En el otoño de 1897, un gobierno liberal llegó al poder en España, garantizando un tratado de autonomía a los pocos territorios que el país aún poseía al otro lado del Atlántico: Cuba y Puerto Rico.
El Estatuto de Autonomía de Puerto Rico, proclamado el 25 de noviembre de 1897, ofrecía a la isla caribeña representación en Las Cortes españolas e introducía la figura de un Gobernador Civil, así como, una legislatura de dos cámaras: la Cámara Alta o Consejo Administrativo y la Cámara Baja o de Representantes que sería elegida por el pueblo puertorriqueño. A través de este Tratado, Puerto Rico también podía participar en acuerdos internacionales firmados entre España y terceros países sobre aquellos temas que afectaran a la isla.
La tan ansiada autonomía entró en vigor el 17 de Julio de 1898, justo ocho días antes de que Estados Unidos tomara la isla y el Estatuto quedara definitivamente abolido en diciembre de ese mismo año.
La entrada de Estados Unidos y la situación económica y social de Puerto Rico
El Tratado de París, en diciembre de 1898, puso fin a la Guerra entre España y Estados Unidos cediendo la isla de Puerto Rico a los estadounidenses quienes a su llegada se encontraron un pequeño país con casi un millón de habitantes, la mayoría de los cuales vivían en los límites de la pobreza.
Puerto Rico tenía un serio problema de falta de recursos minerales poseyendo solamente pequeñas cantidades de hierro, cobre y magnesio. Además, su demografía montañosa dejaba una pequeña porción de tierra apta para el cultivo, calculándose que sólo un 10% de la superficie de la isla podía ser clasificado como de buena calidad agraria. Mientras, la diversificación de la agricultura se reducía a unos pocos sectores como azúcar, café, tabaco y algunos vegetales y frutas, sobretodo bananas, piñas y patatas.
En cuando al sector industrial, era básicamente inexistente y se limitaba a unas pocas plantas de tejido y a un número reducido de fábricas de comida y manufactureras de cerveza.
En el plano social, la riqueza del país estaba muy mal distribuida y en la isla se había impuesto una sociedad semi-feudal con una reducida y cualificada clase alta y una numerosa clase baja la cual mostraba un alto índice de analfabetismo y vivía en condiciones de pobreza extrema.
La “americanización” de Puerto Rico
Los habitantes de Puerto Rico, recibieron a los nuevos gobernantes con la expectación causada por la esperanza de mejoras económicas y políticas y de un posible auto-gobierno. Al fin y al cabo, los Estados Unidos eran el país de la libertad y la prosperidad.
Sin embargo, los Estados Unidos no tenían intención de garantizar un auto-gobierno a Puerto Rico ya que existía una creencia muy extendida entre los estadounidenses de que los puertorriqueños eran una raza inferior incapaz de dirigir su propio destino.
Estados Unidos llegaría a la conclusión de que la mejor solución era preparar a la isla caribeña con el objetivo de convertirla en un Estado de la Unión. Para ello se hacía imperativo destruir la cultura, costumbres y estilo de vida de la isla, ya que, muchos en Washington consideraban que la cultura puertorriqueña estaba anclada en el pasado y que la única manera de conseguir que el país prosperara era a través de la “americanización” de sus habitantes.
Estados Unidos comenzó el proceso de “americanización” mejorando las condiciones de vida en la isla y, de esta manera, entre 1898 y 1920 se construyeron alrededor de 1,000 kilómetros de carreteras mientras que los valores americanos se contagiaban a través de la educación con el establecimiento de cientos de escuelas en las zonas montañosas y pueblos aislados. A estas escuelas se le sumaron la Universidad de Puerto Rico, fundada en 1903 y dos universidades privadas, la Universidad Católica y la Universidad Inter-Americana que abrieron sus puertas en 1913.
Estados Unidos también intentó “americanizar” a los puertorriqueños con la aprobación, en 1900, de la Ley Foraker la cual instaló la legislación y el sistema de gobierno estadounidense en Puerto Rico a la misma vez que introducía la figura de un Gobernador Civil y un Consejo Ejecutivo, ambos nominados por los Estados Unidos, así como, una Cámara de Representantes, único organismo elegido por el pueblo hasta la introducción del Senado en el año 1917. La Ley Foraker también aprobó la ciudadanía puertorriquense e introdujo uno de los temas más polémicos entre la población de la isla, la imposición del idioma inglés.
A pesar de las presiones y el esfuerzo de Washington, tras más de medio siglo de “americanización” a principios de los años cincuenta del pasado siglo, los Estados Unidos sucumbieron ante la evidencia de que una sociedad establecida y con arraigadas costumbres y tradiciones puede ser influenciada pero no anulada radicalmente y la idea de la “americanización” de Puerto Rico pasaría a los anales de la historia.