Un período de crisis económica es capaz de sacar lo mejor y lo peor de cualquier sociedad. A la misma vez que la escasez de dinero lleva a muchas familias al límite y a muchos negocios a la bancarrota, también da lugar a iniciativas innovadoras y a valorar más las cosas que realmente importan en la vida, dejando un poco de lado todo lo material.
La actual crisis económica ha conseguido que mucha gente entienda sus verdaderos límites financieros algo que no estaba nada claro en la época de bonanza vivida en las últimas décadas. Ahora muchos están aprendiendo una lección muy valiosa: es posible ser feliz con menos.
El Producto Interior Bruto y El Nivel de Felicidad
En los últimos años se ha puesto de moda desarrollar análisis que comparan la relación entre el producto interior bruto de un país y el nivel de felicidad de sus habitantes. Estos análisis han revelado que una vez que las necesidades básicas están cubiertas, el verdadero bienestar personal no se obtiene a través del consumismo y la acumulación de cosas materiales, una tendencia típica de las llamadas sociedades industriales, sino a través de valores más profundos y espirituales.
Los autores de los análisis llaman la atención en el hecho de que la búsqueda de satisfacción personal a través de cosas materiales puede derivar en la necesidad de trabajar más horas para pagar aquellas cosas que consideramos necesarias sin darnos cuenta que estamos pagando con nuestra posesión más preciada: tiempo; tiempo para compartir con nuestras familias y amigos, tiempo para desarrollar aquellas actividades y aficiones que nos hacen realmente feliz.
La crisis económica ha forzado a mucha gente a pensar dos veces sobre si realmente vale la pena trabajar sólo para ganar más dinero para pagar los créditos asociados a aquello material que, en muchas ocasiones, no es realmente necesario.
Quizás deberíamos seguir el ejemplo de los habitantes de Bhutan quienes, a pesar de ser extremadamente pobres, encabezan el ranking internacional en cuanto a satisfacción personal se refiere.